Por Richard Ruiz.
Era el 29 de Noviembre de 1910 cuando los esposos Humberto y Clara Cragin se embarcaron desde El Paso, Texas en un barco de vapor rumbo al Perú. No contaban con el apoyo económico de alguna organización, yendo por completo a la deriva, sólo con el deseo de compartir el mensaje que transformó sus vidas, arribaron al Callao el 12 de Febrero de 1911.
En su corta estadía de 8 meses, Humberto Cragin se encargó de traducir el 'Himnario Pentecostal' para luego tener estadías entre Quito - Ecuador, y La Paz - Bolivia donde nació Rebeca.
Para ese entonces ya habían fundado una iglesia, un Instituto Bíblico y una clínica de primeros auxilios; pero también sufrieron persecuciones con la que pagaron el precio de lo que significa vivir por Jesús. Es en esas circunstancias que vieron nacer a su segunda hija, Evangelina.
Más tarde se instalaron en Huaraz donde el 27 Febrero de 1927 en medio de los actos de hostilidad contra los misioneros, fueron emboscados por más de 250 hombres armados con palos y piedras mientras celebraban un bautismo.
Una piedra impactó su cabeza y éste cayó al suelo; al pensar que ya estaba muerto , uno de los atacantes levantó una enorme piedra para tirarla sobre él, pero uno de ellos se opuso diciendo: "Déjalo, ya está muerto". Minutos después el misionero se escondió en una choza, pero los perseguidores rompieron la puerta y lo sacaron a golpes y fue arrastrado por el suelo; al igual su esposa, Clara, fue cogida de los cabellos y arrastrada. Todo ello frente a los ojos de sus hijas, entre ellas Evangelina.
El misionero Cragin era de esas personas que salía a cualquier hora a compartir el mensaje, dormía donde le caía la noche, en la puna o en el valle, comía lo que se le servía en mesa. Unas veces salía en bicicleta y volvía cargando sólo pedazos de ella. Pero mayormente lo hacía a pie o a lomo de bestia. Este prominente misionero murió subiendo solo la terrible cuesta de un pueblo llamado Huari en Ancash.
Evangelina, hija de los Cragin, hoy nos deja, con seguridad podemos decir que amó el Perú y entregó sus fuerzas a la causa de Cristo; jamás olvidemos la sangre y el sufrimiento que se entregó para que podamos tener libertad para adorar al Señor, sigamos su ejemplo!
Hasta luego Hna Evangelina, la extrañaremos!
Datos tomados del libro 'La Primera Historia del Movimiento Pentecostal en el Perú' por el Lic. Santiago A. Huamán Pumayalli. (c) 1982
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