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Washington (EFE).- Diez años después del escándalo Lewinsky, la tórrida relación entre Bill Clinton y la becaria Monica, que puso al presidente al borde de la destitución, los protagonistas de la historia están desperdigados, pero los Clinton siguen juntos.
El 17 de enero de 1998, una página de Internet dedicada a noticias, el "Drudge Report", recogía cómo el prestigioso semanario "Newsweek" había retirado una historia de Mike Isikoff sobre la relación íntima que el presidente Bill Clinton mantenía con una becaria de 23 años.
La noticia, que mezclaba como pocas veces sexo y poder, estaba cargada de morbo y corrió como la pólvora. Unos días después, "The Washington Post" la tenía en primera página. Ya no había duda. Todo era verdad.
Isikoff se quedó sin el reconocimiento de la que hubiera sido la primicia de su vida; Matt Drudge, el alma de la página que lleva su nombre, saltó al estrellato y hoy tiene casi tres millones de entradas mensuales; Bill Clinton empezó su rosario de negaciones y Hillary, aparentemente incrédula, defendió a su marido diciendo que se trataba de una 'conspiración de la derecha'.
Tras una exhaustiva investigación del Fiscal Kenneth Starr, la supuesta 'conspiración de la derecha' estuvo a punto, un año después, de destituir a Bill Clinton, no por adúltero, sino por mentiroso. Pero el tiempo lo matiza todo y hoy, Hillary, senadora por Nueva York, aspira con posibilidades a la candidatura presidencial demócrata para el 2008.
Bill, con un cuádruple bypass a cuestas, está a su lado, dispuesto a poner su gran capital político al servicio de su esposa sobre la que no se cansa de decir que es "la más capaz para el puesto".
¿Qué fue de Monica?
La becaria enamorada que empezó llevando pizza al presidente en el despacho oval y terminó envuelta en la relación adúltera más famosa de la historia de los Estados Unidos, es hoy una mujer que lucha por encarrilar su vida por la senda de la normalidad.
Tras algunos incursiones en la televisión, le dio por diseñar bolsos y venderlos por Internet. Luego, Monica, hija de un prominente doctor judío radicado en Los Ángeles, se recluyó en Inglaterra donde, en el 2006, terminó una maestría en psicología social en la London School of Economics.
Según su amiga Barbara Hutson, Monica intenta llevar su vida al margen de sus problemas de juventud y ser lo más anónima posible. Teme, según dicen, que Hillary llegue a ser presidenta porque eso volverá a traer a la memoria colectiva la figura de Monica.
"Los niños que no sabían quién era Monica, ahora lo saben, porque alrededor de la campaña de Hillary su nombre aparece constantemente", asegura Hutson, quien en declaraciones al "Times" de Londres afirma que "los Clinton arruinaron la vida de esta chica, que no va a conseguir trabajo en ningún sitio porque ellos tienen amigos por todas partes".
Monica era una joven, sin duda atrevida, pero muy ingenua que, además de otros errores, cometió la equivocación de confiar en Linda Tripp, la amiga-consejera republicana, que grabó sus confesiones íntimas y las aireó hasta hacer tambalear la presidencia de Clinton.
Es la gran villana de la historia, que ahora hace lo que puede por permanecer en el anonimato. Se hizo la cirugía estética para suavizar sus duros rasgos naturales y ahora parece que regenta junto a su marido una tienda de ornamentos navideños en un pueblecito no lejos de Washington.