La corrupcion que habita en nosotros

Según la RAE, la palabra corrupción tiene que ver con la acción y efecto de corromper; mientras que el verbo corromper significa alterar y trastrocar la forma de algo. Echar a perder, depravar, dañar, pudrir. Hoy en día todos hablamos de la corrupción, esa que está enquistada en el aparato estatal y de la cual los medios se encargan a diario de ponerla a descubierta.
En los últimos años el Estado ha creado instituciones "anticorrupción" con las que se pretenden combatir y hacerle frente a este flagelo que parece una novela de nunca acabar. Y como un adicional, no faltan aquellos que realizan seminarios, diplomados y maestrías, doctorados y cuanto curso sea necesario, para que haciendo uso de técnicas y procedimientos legales podamos combatir la corrupción en vez de apuntar al epicentro donde nace esa palabrita que día a día crece exponencialmente.
Hemos aprendido a definir las acciones de los demás como corruptas, mientras que las nuestras están lejos de serlo. Justificamos nuestros malos hechos y los hacemos pasar como necesarios y aveces bondadosos, mientras que cuando los demás incurren en lo mismo nos rasgamos la vestidura como si se tratara de algo ajeno y desconocido a nosotros.
La corrupción que habita en nosotros no se inicia en los demás, nace en ti y en mí, y se apodera de nuestra mente para hacernos creer que todo cuanto hacemos nosotros, nunca será corrupto, pero de los demás sí serán actos repudiables que deberán denunciarse. 
Nuestros políticos no son más que nuestro reflejo, sólo que de ellos se sus actos se hacen públicos, y de nosotros en muchos de los casos quedan tapaditos, y si algún día se enteran su impacto es menor, pero que al final de cuentas tiene la misma definición de lo que implica la corrupción.
La corrupción nace en nuestro corazón, es innato al ser humano; desde que nacemos al corto tiempo aprendemos a esconder la mano, a mentir, a buscar culpables, aprendemos a alterar nuestra manera de pensar, a trastocar la forma en la que fuimos creados, a perdernos en nuestras maldades, a depravarnos en nuestros placeres, a dañar a cualquiera que esté en "nuestra contra", y pudrir a la generación que nos sigue los pasos, ¡esa es la corrupción!
Dejar atrás la corrupción implica volver al manual con el que fuimos creados y entender que mientras no sigamos el plan del que nos creó (de Dios), entonces todavía no sabremos lo que significa verdaderamente ser libre de la corrupción.